lunes, 7 de noviembre de 2011

Reflexiones acerca del sueño y la vida real.

Me ocurre muchas veces en algunas situaciones de la vida no saber si estoy dormida o despierta. Me encuentro tomando mate y al tragar algo cambia: no sé si está sucediendo realmente o sólo mi cerebro está imitando la sensación del agua y su vapor, del olor de la yerba y de su conjunción en mi garganta. ¿Me cebé ese mate realmente? ¿Hasta qué nivel podré yo diferenciar el sueño de la vigilia? ¿Será acaso que estoy escribiendo estas palabras o estoy soñando que escribo?



Hay quienes aseguran que con un pellizco en el brazo puede uno darse cuenta si se encuentra dormido. Esto me ha dado resultado en algunas ocasiones: en sueños el pellizco es como querer agarrar yogurt con las manos, como apretar un gel sin nervios, sin dolor; mientras que estando despierta más de una lágrima he derramado por el retorcimiento de la anteriormente nombrada extremidad llevando a cabo la misión de discernir si mis ojos observaban la realidad o un simple sueño.


Existen algunos datos que fui acopiando para evitar sufrir el dolor de un nuevo pellizco en el futuro.


Los sentidos son algo determinante. Como ya mencioné arriba, a veces algo que debería doler mucho no lo hace cuando estamos soñando. Los aromas se pueden transformar: una vez recuerdo haber olido una flor y que huela a milanesas con puré. Había algo que no estaba bien. Claramente estaba soñando. La vista puede verse afectada también, tomando ángulos y planos imposibles de realizar despierta. Recuerdo una vez haber soñado que estaba jugando a las cartas con mi abuela y yo tenía los ojos en mi espalda. Entonces ya no la veía a ella, pero mis ojos estaban mirando en su dirección. Los sentidos delatan la vida real.


Otro factor a tener en cuenta es el tiempo. Prestar atención al tiempo. Cuando estamos despiertos es lineal, nuestros días están condicionados a una aguja que no se marea en ningún reloj. Existe un tiempo común a todos que hay que respetar, no lo podemos forjar, acelerar o detener. Despierta existe ayer, hoy y mañana. Conexos, con un sentido. En sueños el tiempo está quieto. Sucede todo al mismo tiempo. Es un hoy distinto al real, un hoy nuevo cada vez, casi sin tener conciencia de que es un "hoy". También el sueño es más corto que la realidad. Es un momento donde creemos lo que estamos viendo pero se ve luego afectado al despertar, cuando nos damos cuenta que en verdad estábamos dormidos. Los sueños quedan truncos y no continúan cuando nos volvemos a dormir. Por lo tanto un ejercicio recurrente en mí es mirar el reloj, situarme en el tiempo para asegurarme de estar despierta.


Otro elemento a tener en cuenta es la física. Es frecuente en sueños que ocurran cosas físicamente imposibles, como volar o aparecer en lugares distantes sin recorrer distancias. Cuando me encuentro sobrevolando edificios o respirando sumergida en las aguas de algún río, puedo percatarme de que de un sueño se trata. Los animales tampoco hablan en la vida real y las llamas quemarían hasta desintegrarnos, cosa que en los sueños en ocasiones no acontece. Así, mirarme los pies y verlos sobre el suelo es un indicio de que despierta estoy.


Un detalle fundamental es que en el sueño no podemos intervenir. Es algo que nos pasa y no podemos decidir qué pasará. Mis sueños son como ventanas por donde me veo en situaciones pero no soy mi cuerpo. No tengo ni la más remota posibilidad de intervenir, de tomar alguna decisión. Parece una película de algo que ya pasó. Para garantizar que no estoy soñando intento cambiar de rumbo algún acontecimiento, intervenir, generar.


Estas son simplemente algunas observaciones acerca de las diferencias entre estar despierto y estar soñando.

Un último detalle entre la vida real y el sueño es que en sueños no imaginamos vidas...