miércoles, 30 de marzo de 2011

2:35 am


Me acuerdo. Yo era muy chica, pero me acuerdo. Estaba toda la noche en la compu. Mi papá llegó a cortar la luz para que me fuera a dormir. No sé qué buscaba. Eran noches de escuela. No me importaba. Nunca me importó. Me acuerdo que chateaba con un tal Gokú. Yo me llamaba Alma. Era mi vecino. Él ya había terminado la escuela y me pasaba a buscar y me contaba de su facultad y yo no entendía por qué se aprobaba con 4. Me acuerdo que yo dormía con él y tenía un celular que ni sabía para qué servía. Mi viejo sabía donde vivía Gokú y una vez me vió salir de su casa. Vergüenza. Eso sentí. De todas maneras, no iba a funcionar. Era muy grande para mí. El otro día ví algunas fotos suyas. Tiene una hija ahora. Pasó mucho tiempo. No somos ni amigos. En algún lugar guardo algunas cartas y mails que me había mandado y con mucho amor imprimí. Escribiendo esto me doy cuenta de que los quemé. Algo de esta historia que no esté en mi mente tiene que haber. Tenía un cuaderno donde probaba rimas y el sol era siempre una moneda.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Charla con los árboles


Al menos antes de que el sol se ponga, un árbol me miraba entre sus rayos.

Luminosas sombras enturbiaban la oscuridad de un pensamiento.

-Ahora te das cuenta- las hojas se golpeaban, haciendo lenguaje en su danza.

De la tierra un árbol se elevaba formando una Y.

¿Querrá decirme algo?

¿Y?

Todo eso que me había llevado a hamacarme entre las ramas estaba sólo en mi cabeza.

Sólo ocurre esto de ahora.

El árbol y yo.

Me da sus hojas, sus ramas.

Su tronco.

Nos pertenecemos.

Yo no soy de él ni él es mío.

Pero nos pertenecemos.

Somos un todo inevitable y presente, salvaje y real, como la savia que brota de su leño.

Lo amarillo cae descuidadamente y nadie se lo lleva.

Se funde en el barro y nos sirve de alimento.

Una flauta Beatle mueve las hojas ahora.

Me mira.

Baila con los pies en la tierra.

El sol se esconde y ya al árbol no lo veo.

Me llaman para despedir al sol.

Árbol, hasta luego.