viernes, 28 de enero de 2011

Historia de verano en Buenos Aires IV


El verano avanzaba decidido. Se adentraba avasallante en la cronología de mi vida con aspecto triunfante. Me establecí en sus laureles, como quien no quiere la cosa, dispuesta a gozar cada fracción de minuto. Hice click en "Aceptar" y me desconecté un poco de todo. ¿Qué es lo que estoy buscando? ¿Hace falta saberlo? Hubo una puerta detrás de mí. Corrí tras llamados de la naturaleza y su danza, su perfección y su estilo. Unos tambores me dieron marcha y con su ritmo bailé una tarde de sábado. Era De Johnette.

domingo, 16 de enero de 2011

Historia de verano en Buenos Aires III


La calma fue exacta. Los días que siguieron no los pude frenar. Pasaron y los pasé. El agua que cayó del cielo humedeció mi alma y el viento arrebató la melancolía que restaba aire en mis pulmones. Hice de la calma mi hogar. Leí Los siete locos de Arlt y repasé los temas que cantaría ese año. Me alejé del asfalto y visité a mi amiga Cony. Un árbol de su casa me recordó lo bello que puede ser lo simple y lo mansa que es la seguridad y la convicción de ser. Él sabía que llovería y que no servía de nada desesperar por la sequía de los días precedentes. La historia de amor que me había agobiado besó el suelo con la tormenta de esa tarde y yo, como el árbol, confiaba en que saldría el sol. Olvidar a alguien parece demorar lo mismo que recordar quienes somos, qué queremos y que si el amor no es de a dos, no es más que un cariño que tiene algo que enseñarnos. Un recuerdo, una guía hacia donde vamos. Insistía la tormenta, cada vez más fuerte, reafirmando la transición, poniendo fin a algo. Cambio persistente, eterno ciclo tan semejante como desigual.

martes, 11 de enero de 2011

Historia de verano en Buenos Aires II


Tranquilidad es una forma de decir.


Nos fuimos a Pilar, donde mi amiga Bárbara tiene una casa y nos había invitado a pasar unos días. Es una casa grande, con muchas habitaciones y un jardín con una pileta, escenario de numerosos largos en diversos estilos de natación que me dieron el agua suficiente como para refrescar los pensamientos y tentar a los patitos de mi cabeza a formar fila.


Los desamores nos generan la necesidad de replantearnos la vida. En esos días, me ocupé de repasar todas las áreas en donde mi nariz respiraba. Decidí poner fin a mis días como estudiante exclusiva y prometí insertarme en el mercado laboral antes de que terminara marzo. Acordé con mis amigas empezar el gimnasio esa misma semana. Después de todo, una mente y un alma ejercitados no merecián menos que un cuerpo en forma. Pensé en darle una oportunidad a los hombres que quisieron verme y, por ser mi corazón aferrado y fiel, nunca arreglé una cita. Vi cinco películas en tres días y me llevé en la sangre ganas de ver más. Definitivamente, el 2011 iba a ser mi año. Publicaría mis escritos, cantaría en vivo el triple que en 2010. ¡Qué felicidad! Lo tenía todo ahí a mis pies.


Deslizarme por el agua me dio calma. Salir a respirar y ver el sol y su ritmo inmutable me dio la sensación de que todo se recicla, todo sirve, todo vuelve de distinta manera y siempre (siempre) soy otra al recibirlo.

lunes, 10 de enero de 2011

Historia de verano en Buenos Aires I


La historia es la siguiente: era enero y yo seguía en Buenos Aires, a pesar del calor y sus opciones de escape. Masticar el resultado de un año, leerlo entre líneas de distintas historias que había vivido, parecía ser la tarea más entretenida de mis tardes. Yo no estaba sola: escoltaba mi alma Laura, una amiga de hacía ya un tiempo que se había ganado un lugar en mi existencia. Si en algo coincidíamos ella y yo era en que nos habíamos armado una rutina de distracciones débilmente efectivas para desterrar un gran amor del pecho. Necesitábamos alejarnos, hacer un gran paréntesis en el tiempo que nos permitiera limar las asperezas del alma y quizás olvidar cada una a quien no nos había dado el amor suficiente como para estar ahí con nosotras. Fuimos al cine, a comer afuera, al parque de diversiones, a pasear por el río, viajamos en subte, en tren, en bondi. Todo terminaba en el mismo lugar. Volvíamos a la casa de Laura en el barrio de Belgrano. "Casa" era nuestra manera de llamarla. Como todos en este mundo, ella estaba ahí de paso. El primero de febrero debía desocuparla y este momento reflexivo en parte le servía para pensar dónde iba a vivir el 2011, año que recién empezaba y era muy distinto a todo lo que habíamos imaginado. El silencio, nuestra conversación constante. No ser correspondido fastidia a cualquiera, pero no cualquiera tiene el valor de sobrepasar el mal trago con la tranquilidad con que lo hicimos.

viernes, 7 de enero de 2011

Lo que sea VII


Lo que sea es despertar feliz en esta ciudad.


Es respetar al corazón.


Es creer que si un día tuve flores, mañana podré sembrar jardines.


Lo que sea es agarrar mis cosas y encarar el río.


Es esta tarde y este destino.


Es cantar todos los días sin temor a perder, a marchitarme, a rendirme.


Es aprender la gran tocata en el cielo sin cansarme.


Es amarte sin dejar de amarme.




La aprendiza (más grande que la historia)