miércoles, 25 de septiembre de 2013

Un poco del comienzo, un poco del por qué.




EL 30 de abril de 1983 nací en San Miguel. Nieta de italianos. Mi abuela tejía, cocinaba, miraba novelas, puteaba y se quejaba de su dolor de espaldas. "El piggisco", le decía ella. Mi abuelo en el fondo tenía un taller donde armaba lavarropas, cantaba ópera, puteaba, se quejaba de estar vivo. En la cocina tomaban vino y se puteaban entre ellos. También reían. Ellos sabían qué era lo mejor para mí. Y para mi hermana, mi vieja, mi viejo, el vecino, para todos. 

Mi  mamá escuchaba Sandra Miánovich cuando hacía calor y nos juntábamos a comer galletitas de agua con manteca. Me gustaba la canción de que bajo el asfalto existe un mundo distinto con gente que nunca vio el sol y no conoce los ruidos. Mi papá jugaba al básket  y una vez se cortó el labio con el codo de un compañero y lo acompañe a que se lo cosieran sin anestesia. También llamaba "pendejito gritón" a Luis Miguel, a quién mi hermana y yo vivíamos escuchando. También teníamos un casete de XUXA que habíamos comprado en Paraguay. Una vez vimos La Sirenita y me escondí abajo de la mesa para llorar. Alguna navidad dejó en el árbol la muñeca de Jem, con sus lucecitas en los aros. Fui feliz.

Cuando cumplí 7 años nos mudamos a Larchmont, en Nueva York, donde viví hasta los 9. Empezó a sonar en mi casa Elton John, Queen, Sinatra, Cris de Burgh, Mozzart. Nos regalaron nuestro primer walkman con el que mi hermana y yo nos turnábamos para escuchar a Madonna y su isla bonita. En la escuela de Chasworth mi realidad cambió un poco. Las aulas estaban equipadas increíblemente. Me acuerdo de la de música: mi sueño era tocar el violín. La timidez conservó el sueño: nunca me animé a manifestarlo. Al volver a San Miguel ya era tarde. Ya no había violín. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario