Sin pensamiento.
Sin cabeza.
Que el aire entre, recorra mi cuerpo, me oxigene, me dé vida y se vaya.
Es necesario que se vaya.
Sólo el aire existe para el aire.
No es más que aire.
Lo conceptualizo, paradójicamente, con el pensamiento.
Incontables imágenes, ideas y cuestiones desfilan incansablemente.
Las reconozco, las saludo, las despido, las dejo ir: no me pertenecen.
Leí por ahí que nuestro cerebro funciona como una orquesta.
Y toca la sinfonía que más le gusta!
Nos enamoramos de ideas, razonamientos, músicas que tocaron para nosotros y ahora tarareamos de memoria.
El aire entra, recorre mi cuerpo y sale una vez más.
Ya compuse nuevas sinfonías.
Ninguna es mía.
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